El sábado se le presentó al Madrid un papelón importante en Zaragoza, a la abúlica victoria del Barça ante el colista, se sumó el juego duro y trabado que propusieron los maños en La Romareda, la necesidad de sumar los tres puntos se convirtieron en un remar contra corriente, ante un equipo que renunció a jugar, y que basó en la agresividad todo su potencial. El árbitro, (como diría Xabi) favoreció al que no quería jugar, aunque no seré yo quién me queje de Undiano, al que considero de largo mejor “señor de negro” de esta liga, al margen de un claro penalti a Higuain, y el atragantón de Contini a Cristiano, tampoco hizo nada escandalosamente reprochable. En esas, andaba el Madrid sufriendo patadas cuando Van der Vaart se rompió, y ahí, al “Ingeniero” se le encendió la bombilla y decidió tirar de Raúl, conociéndole lo lógico era que metiera a Diarra, pero el ángel bueno, postrado en su hombro derecho le enseñó el número “7” y decidió hacerle caso. A los pocos minutos de entrar, Raúl apareció en el área y cruzó un disparo que desviaron al palo las costuras de los guantes de Roberto. Los maños recularon más aún, siguieron dando cera a Cristiano, taparon a Guti y vigilaron las llegadas del “7”. Tras el descanso Raúl se rompió y pidió el cambio, justo cuando el Madrid iniciaba una jugada de ataque, Higuain disparó, el rechace lo cazó Cristiano que volvió a disparar, cogió nuevamente el rechace, miró atrás y dejó el balón suavemente en el área, el balón ya reposaba en la red cuando todos se preguntaban quién lo había puesto allí. Raúl si, Raúl, que recorrió velozmente cincuenta metros con el tobillo maltrecho, para marcar un gol muy “a lo Raúl”, apareciendo ahí donde nadie espera que lo haga un jugador a la pata coja. Ese gol que puede valer una liga, solo lo mete Raúl, porque solo él tiene fe, alma y huevos para meterlo, cualquier otro se hubiera tirado en el suelo a esperar el cambio, pero él no, él no especula ni avisa, simplemente actúa, lleva haciéndolo dieciséis años, durante su carrera ha marcado goles trascendentales de todos los colores, pero quizá el del sábado es el que le define, como él define la historia de este club. Desde que D. Santiago sentara las bases de lo que debía ser el Real Madrid, jamás hubo, hay ni habrá otro jugador que las encarne como Raúl, él siempre supo como dignificar el escudo y honrar la camiseta, él siempre ha sabido mantener viva la leyenda, aún en los momentos difíciles muestra orgulloso el espíritu de este gran club, ese que aún estando derrotado nunca está vencido. Puede que con la lesión del sábado diga adiós a la temporada, pero bajo ningún concepto debe decir hasta luego al Real Madrid, su presencia en este club, su club, debe ser perpetua, por los siglos de los siglos…