martes, 12 de enero de 2010

LA NIEVE, EL PIPITA Y GUTI.

Dije hace no mucho que el Madrid teñía su futuro de blanco, pues bien, el pasado domingo la nieve se asomó por casi toda España para teñir de blanco el panorama futbolístico, hasta tuvieron que ser suspendidos algunos encuentros de segunda entre los cuales se encontraba el del Salamanca, equipo que es mi segundo amor y al que le pongo los cuernos siempre que el Madrid esté por medio. Suspendido hubiera sido también el partido del Madrid de no ser el Bernabeu un estadio cinco estrellas, resultaba curioso observar la “pelona” que estaba cayendo y sin embargo el césped tenía el aspecto de un día primaveral, mi enhorabuena a los responsables de mantenimiento que demostraron un sabio y espléndido trabajo.
Y del partido, aayy el partido, había una sensación generalizada de que el Mallorca nos iba meter el bisturí aleccionado por Goyo Manzano al que se le suele dar bien jugar en Concha Espina, pero no contaba el respetable con que Higuain que vivió muchos años en Argentina habrá visitado cientos de veces la Patagonia y habrá hecho malabares con un balón a bajo cero en el Perito Moreno, y eso mismo hizo ante el Mallorca, malabares, porque el gol que anotó no existía en el guión, se lo inventó él solito y en tres segundos congeló el alma de los isleños. O mucho me traiciona mi memoria o pocas veces vieron mis ojos evolucionar en Chamartín tanto a un futbolista, este tío que en sus inicios madridistas era carne de cañón se ha convertido en un delantero de instinto asesino que no tiene piedad de nadie y no se detiene ante nada, ha apartado a Benzemá de un empujón y taponado las apariciones de Raúl, está igualado a goles con Ibrahimovic y solo uno por detrás de Messi y Villa habiendo jugado mucho menos. Pipita, sos grande.
No voy a gastar pólvora en disparar a Cristiano y Kaká que tuvieron un día nefasto, ni saliva para reconocer la buena labor de Garay y Albiol o el compromiso de Gago, porque debo guardar mis energías, tender una alfombra roja y cubrirla de flores para recibir a José María Gutiérrez Hernández con los brazos abiertos. Que grande es ese 14 de raíces salmantinas nacido en Torrejón, nueve minutos le bastaron para destapar el tarro de las esencias bajo el gélido manto de la noche madrileña, esa mismo manto que le cubre al salir de bares y discotecas a las seis de la mañana. En ese corto espacio de tiempo demostró más visión y claridad que Alonso y Kaká en toda la temporada, abrió en cuatro ocasiones el juego a la banda, descongestionó el medio campo con buena colocación jugando a un toque y dio dos pases burlando por alto la defensa solo al alcance de su exquisita zurda; todo en nueve minutos. A los que silbaron su regreso les tengo que dar un capón, porque en la actualidad silbarle a él es silbar al madridismo y al espectáculo, y todo por “pedir mas huevos” en Alcorcón. Todos sabemos que Guti es un tipo distinto, para lo bueno y para lo malo, yo personalmente me decanto por perdonarle lo malo (tampoco ha matado a nadie) y aplaudirle lo bueno, nunca silbarle, mas aún cuando a día de hoy es el único jugador de la plantilla capaz de levantarnos del asiento con su fútbol de fantasía.